Efemérides

1 de febrero: Nace Norman Rockwell (1926)

lunes, 28 de julio de 2008

Pipas

Eran las 22:14 de la cena cuando mi padre nos espetó que se había dado la vuelta al mundo en huevos fritos.
Él es así. Calculó el diámetro aproximado de un huevo frito, consideró los dos huevos fritos por noche que había ingerido en el periodo comprendido entre los 11 y los 29 años, y halló una cifra semejante o incluso ligeramente superior al Ecuador en todo su ser. Acto seguido, decidió informarnos.

Mi familia tiene estas particularidades gastronómicas. Mi madre bajaba corriendo a todo correr desde el cole, echando carreras con el autobús de línea, con la intención de ahorrarse el dinero que mi abuela le garantizaba para el billete e invertirlo en un fugaz coquito. Fugacidad esta acrecentada por el hecho de que, a fin de que su progenitora no se percatara de ninguna de estas circunstancias, había que asegurarse muy mucho de que la llegada al hogar se diera en el preciso momento en que se hubiera dado caso de haber tomado el autobús. Así que el coquito solía ingerirse a toda carrera, escaleras arriba.
Con lo que el coquito, según entraba, salía, probablemente.

Mi familia, hoy por hoy, ha evolucionado, y mi madre ya no toma coquitos, ni mi padre ingiere huevos fritos de forma compulsiva. Ambos toman droga. Como todos los demás.
Las cenas en mi casa han empezado tradicionalmente en algún momento comprendido entre las 22:11 y las 23:01 y se han compuesto de primero, segundo, postre y pipas. Las pipas son el elemento central en torno al cual la famiglia repasa el día y toma decisiones, amén de informar a los demás sobre temas trascendentales (pues me voy a ir a Alemania, pues me he hecho un tatuaje, pues me he dado la vuelta al mundo en huevos fritos...). Una cena sin pipas no se concibe, como otros no conciben la ingesta sin pan (elemento perfectamente prescindible para nosotros, por contra).
Las pipas han de ser siempre crudas: sin sal y sin tostar y sin chorradas semejantes. De las de los loros. De las difíciles de encontrar (¡cuántas veces no habremos acabado en el veterinario más cercano, comprando una bolsita con un papagayo dibujado en la solapa, a falta de algo mejor!).

Admitiendo lo evidente de esta adicción, en mi familia, que somos gente sincera que va de frente, hace ya muchos años que a las pipas dejamos de llamarlas "pipas" y le llamamos" la droga". "Tráete la droga, tú que vas a la cocina" o "¿has comprado droga?" son expresiones perfectamente habituales en mi hogar paternomaterno. El clímax a este respecto lo experimentamos un día de hace ya muchos años cuando, estando ya en la caja de un Pryca para pagar y siendo mi hermana y yo pequeñas, mi madre saltó, todo lo que de sí daban sus pulmones: "¡¡Ahí va, Antonio!! ¡¡Se nos ha olvidado la droga!!" y, sin percatarse de la cara de estupefacción de la cajera -como la adicta que es-, dijo: "¡¡un momento!! y salió corriendo pasillo arriba.

Hoy cada hija vive en un sitio, mis progenitores van y vienen, pero cuando las circunstancias lo propician y nos reunimos en torno a una mesa, las pipas siguen alzandose victoriosas entre nosotros. Y mientras las devoramos con una técnica perfecta adquirida a base de años de práctica y nuestro montón de cáscaras sube como la espuma ridiculizando al del invitado de turno, seguimos haciéndonos confidencias (pues hay un señor que me acompaña, pues el otro día vino la policía al bloque, pues me he dado la vuelta al mundo en huevos fritos...) como hiciéramos en tiempos.

martes, 15 de julio de 2008

Seis grados

Según la teoría de los seis grados de separación, Obama es primo mío. Bueno, a tanto no llegamos, pero sí hay una sola persona que nos separa. Eso de "hay uno que conozco yo que es marido de una que es prima de...". Pues ya ven. Un señor de oscura tez originario del otro lado del mundo, que habla por las teles y dice yes we can, que seguirá bombardeando o no a otros señores de tez no tan oscura, lo tengo ahí a la vuelta de la esquina.

Sin embargo, hay de quien no me separa ningún grado y me figura al otro lado del mundo. Ya no aparecen al doblar la esquina. Será eso que dicen de que vivir es mudar.

Me pregunto a veces que será de las uñas de mi carne. No es que haya tantas diseminadas por el mundo. Aunque quizá sea por eso que las puedo echar tanto en falta.
Las uñas de mi carne aparecen todavía a veces reflejadas en el espejo del baño, mientras me estoy depilando o lavando los dientes o fregando el lavabo, me trepan de repente por la espalda y entonces las veo ahí: a veces viene una, a veces es otra la que visita, reflejadas en el espejo del baño. Las uñas de mi carne se me asoman por el hombro y me saltan al lacrimal. Y ahí se me quedan instaladas unos segundos, justo hasta que empiezan a marcharse, arrastradas por la corriente que las lleva. Soy una sentimental.

Mi madre siempre dice que hice mal naciendo en pleno siglo veinte. Los de mi calaña pertenecemos más bien a algún decenio anterior. Anda preocupada la mujer, preguntándose qué coño pinto yo con un corazón en un hatillo paseándome tan ufana por entre las autopistas del XXI. Dice que a dónde se puede ir a estas alturas con el corazón en la mano. No valéis pa' ná.

Bueno, madre, no se preocupe. Últimamente he ido descubriendo que me hago mayor. Esto se manifiesta en un incipiente descolgamiento del culo de nigeriana que dios me ha dao, amén de tomar consciencia de partes del cuerpo que yo no sabía que existieran (ínfimos músculos que pellizcan, rayitas que impiden deslizar el ailáiner con facilidad, una inauguradora caries en mi hasta ahora inmaculada dentadura).
Pero se manifiesta asimismo en que son cada vez menos las uñas de mi carne que me acechan. O que se me quedan sentaditas en el hombro, a secas, bamboleando las patitas, mientras les cuento: "pues mira, aquí estoy, fregando el lavabo, que las tortugas lo han dejado hecho un asco qué coñazo de bichos blablablá" y luego ya pues se van, dando patadas a las piedras del camino por no haber podido hacer el funambulista un rato por las pestañas.

Imagino que es que la desidia también ha acabado cogiéndome a mí por banda a este respecto. O que, simplemente, me percato más de las uñas de mi carne que llevo puestas. Y las pinto, y las miro, y las exhibo ronroneante. Los viajes a Bosnia. Los viajes en metro. Las visitas a Holanda. Los satélites que unen Canadá, Suiza, Corea y Príncipe Pío.

miércoles, 9 de julio de 2008

Colleja

Ha llegado al artículo anterior (el Google Reader) un comentario de un lector anónimo que me exhorta a que me desnude y que aprecie en lo que vale el afectuoso beso que me hace llegar.

Hm. Bien, hasta aquí todo normal.

Pero lo que me regurgita sobremanera es la inclusión de la frase "[...] es usted un claro ejemplo de víctima de una sociedad consumidora de productos de cualquier índole, dando importancia sólo a la adquisición sin tener en cuenta la calidad del género"
Oiga, oiga, tío mohíno, ¿que está usté tratando de decir? ¿Cómo osa? ¿Acaso acusa deficencias en cuanto a la calidad que como producto pueda ostentar La Tremolina? ¡¡Eso no me lo dice usté en la calle!!
¡¡Mis gúguelrríders me joden el ego web acumulativoestadístico, pero en ningún momento habré podido dudar yo del análisis estricto e inexorable que todos y cada uno de ellos habrá acometido antes de darle al SuscribirseaEntradasAtom!!!

viernes, 4 de julio de 2008

El Google Reader

El Google Reader es una mierda.




El Google Reader saca las cosas en un formato que no son. Sin los cambios de última hora y el poner al artículo de largo, con sus fotos ya bien colocadas y sus puntos y aparte decentes. El Google Reader además no avisa de las novedades de la página, que procuro actualizar a la vez que las entradas -sirva como ejemplo el gato canela, que no figura en el artículo pero sí en los complementos de la izquierda.
Además, las gentes que leen del Google Reader no se cuentan en las estadísticas que dicen "el bló de la tremolina lo han leído hoy cinco", para goce y disfrute de su progenitora, que soy yo. Esto no hay ego que lo resista.


Mal, muy mal, los usuarios del Google Reader :-/.

jueves, 3 de julio de 2008

Verano Azul

Hay un señor en Internet que se ha comprado una bicicleta (http://alexliam.net/2008/07/01/esta-bici-me-la-habeis-pagado-vosotros/).
Esto sin duda se debe a que él tiene fieles como dios manda, y no unos lectores que lo despachan a uno en plena encuesta con que se corte el pelo y se busque un trabajo y que si Cáritas y leches. Así no vamos a ningún lado. Yo, por lo menos, que no tengo ni carné de conducir (a diferencia del ciclista arriba mentado). Serán ustedes seguramente de los que disfrutan del espectáculo callejero del saltimbanqui de la Plaza Mayor, pero al terminar y decir él muchas gracias, no le ha dado tiempo ni a terminar el -cias cuando ustedes ya han llegado al MacDonald's, huyendo de la consecuente propina. Hm.

En fin, despechos aparte, mis estimados súbditos, me veo hoy de nuevo comminada a proceder a la epístola por el tedio, que está aquí sentadito otra vez a mi vera, venga y dale pegándole a la ñ en el teclado y yo que no que te estés quieto que qué pesao joé con el puto tedio a ver si para quieto. Un sinvivir.


¡Estuve el fin de semana pasado en Barcelona! Fui, como ya ha apuntado Jafuda, a descubrir un asesinato. Concretamente, el que encontráis en la columna de la izquierda, apartado "recomendaciones - la tremolina sugiere". Me está entrando no sé qué al pensar que voy a quitar a los Accidents Polipoètics para alabar esto, pero bueno: renovarse o morir, o nunca seré una abanderada de los bites -ni me compraré bicicletas-.

Decía: que descubrí al asesino, que perdí una oportunidad de oro para darme con gozo a la usura y sacar al menos una cena gratis del que me acompañaba, que no entiendo por qué mi asesino era el menos votado de todos si pa mí que estaba clarísimo, y que qué miedo, si extrapolo esa pequeña muestra del juicio de la población a poblaciones más amplias (todo el sistema criminalístico, por ejemplo).

En otro orden de cosas, diré que por vez primera en mi vida, después de 10 años de incansable esfuerzo, logré pernoctar en Barcelona en un sitio que, por menos 60 euros la noche, no llevara adjunto yonkis que interpretan coplas a las 3 de la mañana por el patio, o pinochetistas de importación que regentan frías pensiones, o paredes con boquetes (pa hacer amigos con los de al lado) y váteres atascados. ¡Ay, qué experiencias me ha brindado la Ciudad Condal en este último decenio! Experiencias que se han acabado gracias al aceptable hacer de este mi último hotelhostalaparthotel descubierto. ¡Y en pleno centro!
¡Con camas que no chirrían!

Qué más he hecho en Barcelona. Hm. Me he engaudiniado, lógicamente. Qué vicio. Y me he asado de calor, como ya sabéis. También he vuelto a confundir la esqueixada con la escalivada, y por su parte el que me acompaña ha intentado hacer un master en gazpachos. Misión abortada por escasez de tiempo: nos hemos quedado en diplomatura.

¡Y, por primera vez, he entrado en el Poble Espanyol! Tengo una sugerencia sobre este particular: propongo cambiarle el nombre por "el Poble Castellà con deconstrucción de andalucismo charnego". Pero me ha gustado, sí señor. Pese a que el plato típico de Ávila sea el Paellador. Lo mejor: un gato canela que mora por esos lares, y una tiendecita de churrimaquis ornamentísticos artesanos (artesanos de verdad, no de las franquicias peruanas de las salidas de metro), ya sabéis: pendientes, pulseras y antojitos semejantes. Eso sí: preparen la billetera y el seguro de vida de la abuela antes de entrar.

Pero volviendo al tema de los ciclos, no quiero despedirme sin antes hacer la ola, una vez más, a la inventiva, inciativa y capacidad de puesta en marcha catalana en general y barcelonesa en particular. En Madrid hemos decidido asolar los hospitales de paliativos. En Barcelona han decidido solar las calazadas con carril-bici. Y no contentos con eso, han plantado un servicio de alquiler de bicicletas con sus puntos de recogida y demás semi-gratuito. Funciona con un carné (creo que es anual) de un precio cuasi-simbólico. Este carné te permite coger las bicis de los puntos-bici, desplazarte hasta donde quieras, y dejar esa bici que has cogido en el punto-bici más cercano. Y así ad infinitum.
Declaro así una vez más públicamente mi amor por los barceloneses, y hago un llamamiento a cualquiera que tenga uno en stock. Si me hacen un buen precio, estoy dispuesta a negociar sobre mi dote.