Efemérides

1 de febrero: Nace Norman Rockwell (1926)

miércoles, 22 de abril de 2009

Si yo nací para mantenida...

Tengo un compañero que defiende la teoría de que Suiza, como mejor estaría, sería acabando de cerrar los Alpes, rellenándola toa de agua y convirtiéndola en un gran parque acuático. Si bien esta visión geográfica del mundo centroeuropeo se me antojaba algo drástica y sorprendente, después de 3 meses 3 trabajando en una empresa de tal nacionalidad debo admitir que comparto por entero la propuesta de tales obras públicas.

Ayer me tocó irme de cena con unos señores suizos que andan de visita por estos lares. De reunión en reunión y tiro porque me toca. Es lo que tiene ser una mujer del mundo empresarial de postín –y que tu jefe esté enfermo y pase total, añado-. Llevan aquí toda la semana (y lo que les queda), y esto es muy cansao, señores. Yo no estoy hecha para la vida paulina rubio. Yo estoy viejuna y necesito dormir convenientemente porque si no, al día siguiente, me ocurre lo de hoy: que tengo los ojos fritos y soy incapaz de discernir si lo que se sienta enfrente es mi compañero Raúl o un dromedario parlante. No puede ser, no puede ser. Ha sido un triunfo que ni el desembarco de Normandía conseguir emerger del lecho esta mañana para estar aquí como un clavo a las 9:00 de nuevo. Sobre todo, porque en el lecho se quedaba, como cada día, el señor con barba que me acompaña, al que a eso de las 7:00 diariamente aborrezco como jamás aborrecí a nadie en el mundo. Luego se me pasa, pero de 7:02 a 7:06 se me ocurren toda clase de muertes violentas en las que visualizo cada detalle tan bien hilado que la policía es incapaz de encontrar prueba alguna que ponga en duda el elemento albanokosovar del homicidio –jamás. Menos mal que en ese intervalo de tiempo me retiene la puerta del baño, y las necesidades primarias.

Míralo, ahí, el bendito, roncando, henchido de felicidad, alcanzado el nirvana en su nueva condición de indemnizado. Cómo le odio.

En fin, que aquí estoy, intentando mantener en equilibrio la cabeza sobre los hombros, y que mi ligera e inevitable mirada extraviada no se achaque a un posible problema de alcoholismo.

Menos mal que al menos han levantado las restricciones a La Tremolina y puedo acceder libremente a esta su página amiga, para hacerles partícipes de oh mi gran desdicha, pobre de mí, esta gran víctima del mecanismo laboral neocapitalista que soy.

viernes, 17 de abril de 2009

El cielo desde Berlín

Estimados seguidores de la vida contemplativa:

Tengo un catarro mu gordo. Ay. Este catarro me ha convertido en un ser medio sordo que expulsa trozos de cosas por la nariz, los cuales, ante la imposibilidad de abortos espontáneos, he dado en concluir serán trozos obsoletos de napia. De tanto sonarme, que se me estará cayendo a trocitos, como a Michael Jackson. Yo qué sé. Y como el mundo es esponjoso y yo habito en mi universo paralelo, me da igual.

Esta semana de catarro viene después de una experiencia única consistente en pasarme la Semana Santa en una aldea salmantina de la que es originario el que me acompaña. Aprovecho para saludar a mi semisuegra, que me estará viendo.
Quién me iba a decir a mí, después de toda una vida dedicada a la interacción entre culturas y el buen entendimiento paneuropeo, que iba a acabar con un señor con barba que la palabra más extranjera que pronuncia es "estitar" (vocablo que, ahora sé, se utiliza por esos lares rurales del noroeste para referirse a rechupetear los huesitos de las partes animales tales como chuletitas y alitas de pollo). Deformación profesional, es muy cierto que he observado que los salmantinos no hablan como nosotros, los capitalinos de postín. Dicen "no armes" cuando quieren decir "deja de tocar las narices/cojones", o utilizan, como hicieren mis abuelos, la palabra "maestro" para lo que aquí denominamos "profe" o "seño" de cole. "Un profesor es el universitario", me espeta muy digno el que acompaña. Anda vete a estitar por ahí.

El caso es que hoy, cosas del azar, ha pasado por el hogar, escala aérea mediante, Carl, un muy buen amigo como Tobias Pipa al que hacía exactamente la misma cantidad de tiempo que no veía, ya que la última vez fue también en Berlín, a finales de 2006. Él, originario de los Yunáited Estéits of America, se mudó a Berlín después de dos años en Madrid poco antes de mudarme yo a Holanda. Y allí sigue.
Ha sido todo un gustazo verle en las dos horas que nos ha dispensado Easyjet. Hemos estado charlando en el sofá como si nos hubiéramos visto ayer por la tarde. Qué a gusto se está siempre con las uñas de tu carne, aunque sólo las veas de siglo en siglo, como a Alberto, como a Tobias, como a Sebastian, como a Carl, o aunque las veas todos los días, como a Carlos.

Charlando de Berlín, de Obamas, de las culturas, de adaptarse. Yo me he hecho mayor: vivo con un señor con barba. Él se ha hecho mayor: se queda en Berlín por dinero. Y entre las perillas canosas y las patas de gallo, seguimos charlando de cómo va el mundo y las especies, prácticamente en el punto en que dejamos la conversación (ante)ayer.

viernes, 3 de abril de 2009

Hallo Tremolinen, ich bin da

La evocación de mi amigo Tobias Pipa está indefectiblemente ligada a Joseph Ratzinger. La penúltima vez que lo vi, fue durante su visita a Madrid que coincidió con el habemus papam de Benedicto XVI el Anticaucho. Concretamente, él estaba duchándose cuando en la tele apareció la fumata blanca.
–Tobias, habemus papaaammmm!!!!
-Endlich? Wer dann?
-Du wirdst es nicht glauben…
-RATZINGER!!!! Nein!!!*
Y salió, con la toalla anudada. “Ahora tienes un colegui en lo más alto del Vaticano”, le dije, habida cuenta de su condición de bávaro.
Y se volvió al baño, meneando la cabeza de lao a lao, como diciendo “pues que dios nos pille confesaos”, literalmente.

Después de unos días en casa, se volvió a Berlín, y ya sólo lo ví una vez, por otros pocos días, en noviembre de 2006. Justo por esas fechas había conocido a Anna. Anna era una chica que no le hacía especial gracia porque le parecía muy obsesiva y posesiva, que no dejaba de hablar cual maruja del Gente y que a mí me aborreció desde el primer momento en que hice pie en el piso de Tobias, y ella tomó conciencia de mi existencia en su existencia de él.
Pero Tobias estaba muy necesitado de afecto, y una vez, hablando precisamente del asunto de por qué daba coba a una persona si no le hacía gracia, me lo hizo saber. La verdad es que últimamente no había tenido mucha suerte con aquellos (aquellas) con los que se había tropezado. Y eso de que lo fueran acosando por las calles le daba un respiro al ego, ya machacado.
Así que ahí siguieron. Ella erre que erre y él coba cobilla. La cosa se fue formando. La cosa se fue consolidando. La cosa se fue mudando a un piso más grande y conjunto. Y Tobias era un tipo feliz, la verdá.

No nos hemos vuelto a ver, y me da rabia que tampoco hemos tenido un contacto tan frecuente como el que teníamos. Alguna postal aquí y allá, algún mail inconexo cada muchos meses… Comprendo por mi parte que yo ya no vivo en Berlín, y aunque una tienda a vivir mucho apoltronada en la nostalgia, no se le puede pedir lo mismo al resto del mundo, especialmente porque mi nostalgia no es la de los demás, y cada uno tiene su forma de encararse con ella. Puede que Tobias, por ejemplo, no perciba mi ausencia de la misma forma. Puede que no la perciba como ausencia, incluso.

El caso es que hoy me ha escrito un mail una tal Cantara Oetling, de título “Hallo Tremolinen, ich bin da”**. He estado a punto de borrarlo, pensando que era basura miserere reenviada conteniendo al Capitán General de Messenjer amenazante con que me lo fueran a cerrar. Pero la mención de mi nombre de pila y el "Oetling", que me sonaba de algo (aunque no es el apellido de Tobias) han hecho que me decidiera por abrirlo.
Y dentro había una foto de un minibebé rojo como él sólo, que me contaba que había nacido el día 31 y que había pesado tal y medido cual, y que podía felicitar a sus padres Anna y Tobias por mail cuando quisiera (el “por mail” en negrita puede resultar arisco, pero es totalmente natural en el proceder alemán). Y yo he puesto unos ojos muy grandes porque me ha vuelto a dar un mamporro en toda la boca la constatación de que el mundo, al igual que uno, se mueve, y los paisajes no se quedan en stand-by hasta que uno decide volver a un lugar y accionarlos.

Y me he alegrado mucho por Tobias, qué coño.



*-¿Por fin? ¿Y quién?
-No te lo vas a creer…
-Ratzinger? Noooo!!!!

**Hola Tremolina, estoy aquí