Efemérides

1 de febrero: Nace Norman Rockwell (1926)

domingo, 27 de diciembre de 2009

Tú no, Brutus

Compañeros lectores,

Es mucha la furia que acompaña mi crónica de hoy. Desconozco su relación de ustedes para con la lengua que hablan, pero en mi caso, es mucha. Es admiración, odio, pasión, crítica, misterio, interés y depravación sexual, si me apuran, lo que siento hacia ella. "Lingüistas", que nos llaman, no ya como profesión, sino como mera enfermedad psíquica cual esquizofrenia u homosexualidad (que dirían algunos). Es por ello que a los que la padecemos nos regurgitan las bilis en el esófago cada vez que la puta casualidad hace que pasemos por delante de un televisor encendido a eso de las 4 de la tarde y nos dé por leer los subtítulos de Antena 3 o cualquier otro, y desde luego, lo que es mucho peor, cada vez que María Casado suelta un "habían" en los informativos de tve1 o que Shin Chan habla de que su madre "tiene que adelgazarse" o que "va a jabonarse" en el baño. En estas últimas ocasiones las bilis entran en punto de ebullición y el que me acompaña da gracias al cielo por mi natural pasivo que evita que yo agarre el salero y lo arroje al plasma de última generación que con tanta ilusión se ha comprado, al grito de "¡¡¡¡¡aprended a hablar, cabrones!!!!!" y con la mirada desecajada cual Rouco Varela repasando la ley del aborto.

Sé que para muchos es éste un tema menor. Pero cómo les diría yo. Es como si una se pone a diseñar aeropuertos. Pues agárrense los machos, porque la mitad de ustedes ya les adelanto que no salen vivos del avión. Pues esto es un poco lo mismo. La mitad de ustedes habla como el culo. Y no digo que hablen mal: digo que hablan como el culo. Mal, hablo yo. Pero la mayoría de ustedes, como el culo. Disculpen que insista. Y es este "ustedes" tan general, que se refiere a la mayoría de los que nunca leen ni leerán La Tremolina. Ese beneficio de la duda les concedo (muah-ja-já).

Avanzo. Ocurre lo anterior tan frecuentemente, que uno al final aprende a vivir con ello y se agarra lo más fuerte que puede a su sacrosanto reducto gramatical: sus estanterías de literatura, su libreta de apuntes, sus correligionarios ortodoxos con los que intercambia fugaces códigos secretos que nos ayudan a sobrevivir en este Sodoma y Gomorra del lenguaje: "-Va y me dice mi jefe que eso no lo ponga así, que eso va con b, -qué me dices, -como te lo cuento, -madre mía, yo no sé dónde vamos a llegar, -pues ya ves".

Y así uno transita por las semanas, los meses, los años, con sus hojas impresas, sus inevitables análisis sintácticos de los estímulos que recibe, sus reflexiones sobre nuevas acepciones y evoluciones morfológicas... hasta que un día descubre que, en lugar de llegar el mesías que nos redima, lo que ha llegado es el anticristo, el mal, el armaggedon. Hasta el día que uno descubre que lo más sagrado ha sido profanado por la desidia, la ignorancia, la estupidez incluso. Hasta el día que uno descubre que el ataque parte... de una editorial. Una editorial. UNA EDITORIAL. Esos entes a los que los enfermos como yo acudimos a por nuestra morfina. Una editorial. Una editorial. Y no precisamente una editorial de tres ilusos con una imprenta berjusa en un garaje, no. Una editorial como Mondadori, que publica a Isabel Allende, Katherine Neville y tantos otros para más y menos fanáticos del best seller, una editorial como Random House Mondadori que distribuye, si me apuran, la tercera parte de los libros en este país. Seguro que tienen ustedes ya los ojos como platos, no me cabe la menor duda.

Todo empezó una noche de diciembre en que, tras rozar con las yemas de los dedos índice y corazón durante un total de cuatro veces la portada de Homo Zapiens (qué suavecita -pensé-), decidí abrir el libro para acceder al contenido, gesto éste que supone la definitiva extracción del volumen del estante "libros por leer" y su traslado a la mesilla de noche, donde adquiere el estatus "libro leyéndose". Todo iba bien hasta que me encontré con el primer "habían" de la tarde.
"No puede ser", me dije. "No puede ser. Habré leído mal".
Volví a leer.
Dos veces más.
Otra, por si acaso.
No no no, ahí pone "habían".
Miré desconcertada la contraportada del libro. La primera página, la segunda, de nuevo la contraportada. Decidí seguir avanzando, dando por hecho que todo se debía a alguna disfuncionalidad de mi mente, tan esperada, por otra parte. Pero no: la conjugación del verbo haber seguía sucediéndose sin control: "En la cuerda habían cuerpos humanos" (pág. 134), "habían muchos que sólo lograrían alcanzar la antorcha una vez que él llegara a ella" (pág. 136), "habían en él verdaderas cámaras" (pág. 199), "Siempre deben haber tres candidatos" (pág. 229), "sólo habían dos tanques" (pág. 237), "habían tres niveles de protección" (pág. 243)... y esto son sólo unos cuantos ejemplos cogidos al azar. Puedo aceptar un "auto" por "coche" en libros distribuidos en España, e incluso un "grafito" por "graffitti" que tan de pena queda, pero por la conjugación del impersonal "haber" en castellano, no paso. Jamás. Y por que un traductor no sepa diferenciar "esta" de "ésta", tampoco.

"Quién será el artífice de tan magna hazaña", pensé. Pues un tal José Manuel Prieto. Sólo se me ocurre que el tal José Manuel Prieto sea catalán, pues es bien sabido que en catalán sí se conjuga el verbo haber, y que la mayoría de los catalanes de lengua materna tienden a confundirse con esto y muchas otras cosas cuando hablan en castellano (por mucho que piensen que son bilingües: el bilingüismo es cosa muy compleja de conseguir, no se nace con ello -no sé qué opinará Jafuda-). De ahí que Shin Chan hable raro, y tantas otras series y películas que se doblan en Cataluña (cuya industria del doblaje -y la editorial- es bastante más fuerte que en el resto del país).

Pues te has cubierto de gloria, José Manuel Prieto -pienso-. Y sin embargo, no se dirige el grueso de mi ira hacia este portento de la traducción, sino hacia el responsable de haber lanzado eso a la calle: Mondadori. Estoy dispuesta a creer que no hayan conseguido a nadie mejor para traducir del ruso (que ya es difícil, porque me consta que hay excelentes traductores de ruso por ahí sueltos). ¡Pero por dios, que un revisor no cuesta tan caro! ¡Que qué menos, que una editorial de esas características no cuente con proceso de revisión de textos! Eso pasa por poner a dirigir departamentos de editoriales a licenciados en Administración y Dirección de Empresas, o por ponerme a mí a diseñar aeropuertos.

Por supuesto, decido que esto no se va a quedar así por mi parte, y tan pronto como termino de leer el libro, me dirijo rauda y veloz a contactar con Mondadori y a hacerles conocedores de los límites de mi ironía, congoja y sutil gracejo, amén de informarles de las tres velas negras que les voy a poner.

Pero ¡ah, amigos!, cuál sería mi sorpresa cuando descubro que dentro del apartado "contacta" de su página web, lo primero que aparece es el siguiente texto:

"Debido al alto volumen de consultas que recibimos, no podemos responder a dudas que sean preguntas frecuentes como:
>blablabla
>Reportar un error en uno de nuestros libros
>blablabla
>blablabla"

O sea, que los errores son frecuentes en sus libros. Stupendo, que diría Forges. Pincho en el link de tan tremenda frase. Me lleva a "libros defectuosos y errores". Pincho sobre ello. Me lleva a "He encontrado un error o defecto en un libro. ¿A quién me dirijo?". Pincho sobre ello. Y se me abre en la pantalla un formulario que dice: "Escribe tu consulta aquí: (500 caracteres máximo)".
Dispuesta a poner sobre la mesa la mayor capacidad sintetizadora de la que soy capaz a fin de hacerles llegar toda la rabia previamente descrita en 500 caracteres, me pongo manos a la obra, cuando observo que de repente, a la hora de enviar el formulario, éste se bloquea. Cabrones. Cabrones.

Muerte a Mondadori. Muerte a Mondadori.


PS. Como entiendo que se habrán quedado ustedes muy preocupados, amigos lectores, les informo de que, para tranquilidad del mundo intelectual, Homo Zapiens parece ser el único libro de Viktor Pelevin que ha traducido el tal José Manuel Prieto. Y añado, ya para ronroneo de la que suscribe, que el siguiente libro y último publicado por Pelevin ni siquiera está en Mondadori, sino en Salamandra. Aunque vaya usté a saber qué traducción lo defiende.
Y Mondadori se lo pierde, porque el Pelevin es uno de los escritores bandera de la literatura rusa actual (ahora que el lejano Este se está poniendo tan de moda, aniversarios murales y nobeles mediante)

viernes, 25 de diciembre de 2009

Navidad

Sagem, sagem tiene lucecitas que se encienden y se apagan, mira la segunda, ahora se apaga, ¡y ahora se enciende!, tiene lucecitas que se encienden y se apagan, Sagem, el puño del jersey se va hacia atrás, gris que llueve gris gris gris, grrrrumpf, frío, blogger, blogger la tremolina, bloggerlatremolina, sniiiiif, puaj, estómago astragao, ilvico caca, estómago astragao, uaaaahhhhbostezo, ji ji, ahora la tercera lucecita se apaga, de sagem, el tío Juanillo, por el puente de Aranda se tiró setiró, y la colonia Chispas, qué me dices de la colonia Chispas, tu primeracó-loooooonia ¡chispás!, cuándo empecé yo a trabajar ahí, en enero, yo creo que fue en enero, de limón el polvorón no, qué tío, se ha comido todos los de caneeeeeela ¡chispás!, yo no sé si cuando vuelva a casa va a funcionar el internet, y el frenadol, para qué será el ibuprofeno y para qué el paracetamol, pero sabe muy mal hay 600 y hay 650 y hay 400 y Manoli, la pobre, que se queda sin su hijo en Nochebuena, chispas, el estómago astragao, puedo comerme un torrezno, o un polvorón de canela, no hay polvorones de canela, ¿se acordará alguien del anuncio del ratón de olía unos pies y bailaba flamenco?...



[Experimento literario consistente en verter la verborrea mental a la que incita un principio de gripe en una tarde de Navidad]

viernes, 18 de diciembre de 2009

La zezualidá

Amigos,

La reciente lectura de la última crónica de mi amiga Ana ha traído los efluvios de la época en que yo residía en el norte de Europa, y de un pequeño capítulo de mi existencia en que una informaba a sus allegados de cuestiones sexuales relacionadas con el lugar (como Labordeta informa de las migas extremeñas en sus periplos).

Aquí abajo lo recopilo, de nuevo. Al perro viejo, que todo se le vuelven pulgas, le resultará familiar. Pero puede que incluso así lo deguste, relamiendo de antemano el conocimiento que del hecho ya tiene.
Y el que sea nuevo, que se ilustre, rediez.
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Hoy nos proponemos hacerles partícipes de un tema tan cotidiano y habitual como es la zezualidá.

La zezualidá es un asunto primario del ser humano propiamente que en los países del norte de Europa se trata con naturalidá. La zezualidá está en el día a día cotidiano, en el que el lugareño de estas zonas se desenvuelve con soltura. Así, la zezualidá se entiende de forma amplia y tolerante, animando al individuo a tomar contacto con todas sus formas de expresión.

Veamos algunos ejemplos prácticos.

En el afecto mutuo de la pareja:
Uno de las vocablos más habituales con las que los componentes de una pareja se dirigen el uno al otro (a modo de nuestro "cari", "tesoro", "cielo" o "pichurri") es, en los Países Bajos, el vocablo poeppi, que significa, literalmente, "caquita". "Cómo te quiero, caquita", "Qué te parece si salimos con mis amigos, caquita" o "¿Te quieres casar conmigo, caquita?" serían así pues expresiones comunes de amor compartido, y muestra de la combinación de zezualidá y coprofagia.

Otra variante consiste en el término sletje, que en el mundo hispanohablante traduciríamos por "zorra", "furcia" o "putón verbenero". "Quieres que salgamos a cenar, mi zorra" o "Quiero que conozcas a mis padres, putón verbenero" se convertirían así en declaraciones de intenciones de amor puro, y hacen gala de la combinación de zezualidá, fantasías a tal efecto y tradiciones del casco antiguo de Amsterdam.

En el trazado urbano:
En el trazado urbano también encontramos ejemplos de la naturalidad con la que la zezualidá del individuo se relaciona con el entorno. Uno de los mejores ejemplos lo encontramos en la glorieta anexa a la residencia de mi amiga Loes, a saber, la Gouderegenplein ("Plaza de la Lluvia Dorada"), en la que el callejero, la escatología y la zezualidá se erigen formando un armónico conjunto.


Los alemanes, por contra, tienen un sentido de la zezualidá también natural pero no embriagador, sino de caracter más bien práctico.

Uno de los ejemplos lo encontramos en las fotografías que acompañan. La primera hace referencia a las, al parecer, distintas capacidades innatas de los sexos a la hora de manejar aparatos con motor. El letrero que aparece significa (para los no iniciados) "plaza de aparcamiento para mujeres". A los interesados, puedo ampliarles información al respecto del tamaño de las mismas y de la disposición de éstas dentro del parking. La fotografía de referencia fue tomada en Bremen, el 19 de marzo de 2007.



La segunda se da en un ambiente laboral. Concretamente, en la zona del Reeperbahn de Hamburgo, que es como el caso antiguo de Amsterdam que citábamos anteriormente, pero más organizado. El letrero que aparece en la fotografía se halla sito en una valla opaca atravesada a lo largo de una de las principales calles de prostitución, y reza (también para los no iniciados): "prohibida la entrada a menores de 18 años y a mujeres". Y, efectivamente, junto a la valla hay un caballero que se asegura de que tales disposiciones no se incumplan. De tal forma que, siendo mujer, no se puede acceder (ni atisbar) la calle. Esta otra fotografía fue tomada el 17 de mayo de 2009.


Y hasta aquí nuestra lección de hoy, amigos.

domingo, 6 de diciembre de 2009

La modernidad, el aburrimiento

Aburrirse es cosa peligrosa. Aburrirse le deja a uno el campo libre para concebir cosas terribles, como reflexionar al respecto de su propia existencia y generar pensamientos, por lo general, destructivos, ya sean para sí mismo o para el entorno. "Pero a mí quién me mandó hacerme astronauta", "Tarda mucho Marilú en volver de la compra, pa mí que ha conocido a alguien", "Y si pusiera Camela a tope en esta noche de miércoles y abriera las ventanas", "Voy a pintar unos girasoles muy grandes así como con rayajos y luego lo guardo hasta que me muera y lo descubra mi hermano -jiji, y me corto una oreja y se la dejo al lado, se va a cagar-", "Qué te parece Pierre si empezamos a desmigar la pechblenda ésta y con lo que quede probamos a hacernos fotos del cuerpo por dentro", "Cuántos judíos cabrán de una sola tacada en una cámara de gas de 10 x 20".

Sólo les diré que La Tremolina nació una tarde de aburrimiento, como saben los lectores de solera. Una tarde de Nochevieja, concretamente la de 2007, en la que esperaba paciente en la casa familiar nuclear a que la gente se atusara para ir a un cenorrio familiar no nuclear. Apuesto a que El Tedio, ese bichardo con pelos al que también conocen los lectores más fieles, me lanzó la pregunta terrible agazapado desde detrás de un silla, directamente al oído, para que me entrara directo por el caracol hasta lo más profundo del cerebelo como un aguijonazo. "¿Qué será eso de los blós que mentó Sebas...?". El resultado, ya lo conocen.

Esta semana pasada he estado jugando al tute con El Tedio. Toda la semana, en mi lugar de trabajo. Mi jefe no estaba y, dado que mi cometido se basa en un mano a mano con él, no me quedó otra que sacar el tapete verde y pegarle al as de oros. En esas estábamos cuando El Tedio, cigarrillo colgando de la comisura del labio y en el momento justo en que yo iba a cantar las cuarenta, me espetó: "Igual eso del feisbuk no está tan mal. Mira que hasta Mario y El Tío Matt se han hecho. No sólo debe de ser para los que compran las novedades de Matilde Asensi".
Hijo de puta. Cómo sabe cómo distraerme.
Huelga decir que me ganó la mano: yo ya me pasé el resto de la tarde rumiando sus palabras. Y efectivamente. Porque se ve que, en mi caso, en momentos de aburrimiento me da por la tecnología. Que nadie me deje un láser al alcance.

Sí, amigos. La Tremolina tiene feisbuk. Tiene página de amistad y hasta página de fan, incluso. Porque yo, puestos a hacer las cosas, las hago bien. Es mi yo alemán. Exactitud y detalle. Por ejemplo, puedo decirles que el número exacto es 800 judíos.