Efemérides

1 de febrero: Nace Norman Rockwell (1926)

viernes, 20 de diciembre de 2013

Te pego por tu bien

Voy a escribir un texto político. Que hacía mucho.

Verán ustedes, cómo les diría... Una se indigna ante el hecho de que esté aquí haciendo la cena y pensando en lo que tiene que preparar para mañana, y salga en la tele un señor con gafas a decirle lo que ha pensado hacer con el fin de garantizar mi derecho inalienable a la maternidad. Sí, es cierto, ya ven: soy una tía muy susceptible y no me satisface que los iluminados de recta moral y dudoso proceder vengan a explicarme lo que es bueno para mí.

Pero sobre todo, sobre todo, me fascina el ejercicio de cinismo, una vez más, que se gastan los agentes del gobierno a la hora de imponerme sus involuciones. Que se cite la defensa de mis derechos para cercenármelos de raíz. Como el "te pego por tu bien". Y me fascina igualmente observar lo mucho que se preocupa el gobierno por los cigotos, y lo poco que se preocupa por los que ya han nacido. Es necesario proteger al no-nacido, pero no parece ser tan necesario proteger al que ya anda por aquí. Al que lleva por aquí poco rato, recortando sus becas, o al que ya lleva por aquí mucho, negándole unos cuidados médicos cada vez más caros mediante el bloqueo de las pensiones (no lo llamemos recorte, que como se hace con el juego del trilero del PIB, puede uno ahorrarse la palabra con la cabeza bien alta). Es necesario proteger al que viene con una deformación que hará de su vida un infierno, pero no dotarle de opciones que hagan su vida mínimamente llevadera. Sólo puedo concluir que al Gobierno lo que le interesan son los úteros, no las personas.

Un gobierno que se preocupa mucho por que yo haya de pasar por la humillación de tener que obtener dos certificados médicos que digan lo loquita que me voy a volver si tengo un hijo que va a sufrir toda su vida, que según la malformación es probable que además sea breve. Y por que yo, pecadora de 16 años, pague la culpa de haber procedido al coito. Y a que, si es fruto de una violación, presente por delante la denuncia -prueben, verán como dan con escalofriantes casos en los que eso sería improbable-. Esta es la forma que mi gobierno tiene de defender mis derechos como española. El de la sanidad, el de la educación, el de la vivienda, el de que los políticos corruptos paguen con euros y con cárcel, ese solo es un derecho de otras nacionalidades. A mí, como española, me corresponde la mantilla. Y que luego me venga Campofrío con gilipolleces rancias y casposas. Pero ese es otro tema.


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"Sólo quería decir que en mi opinión el niño no tiene ninguna culpa", explica [...] ¿Por qué habla de la inocencia del niño y no de la suya? ¿Acaso S. tiene la culpa? ¿En qué consiste su culpa? ¿Cómo esconderse de los justicieros que, al igual que G., están seguros de saber qué es lo mejor en semejante situación?"

Slavenka Drakulic, en Como si yo no estuviera



miércoles, 11 de diciembre de 2013

Cosas que no deberían existir y sin embargo existen: I. Los gimnasios

Fue culpa mía. Escuché a las voces, las hice caso, y no debería haberlo hecho; así que fue culpa mía.  Pero ellas, insistentes, no me dejaban en paz. “Deberías hacer algo de ejercicio, Tremo”. “Te estás anquilosando, Tremo, deberías moverte un poco”. “El ejercicio es bueno pa la salud, Tremo”.  Qué pesados, si ya hice ejercicio una vez, hace 16 años. El caso es que un día en que debieron de echarme algún tipo de estupefaciente en la bebida, hace ya unos 5 meses, no se me ocurrió otra cosa que meterme en la página web del gimnasio de mi curro y apuntarme a una cosa con nombre de prefecto romano: “Pilates”.  

“Las clases de Pilates están completas. Lo situamos en lista de espera”. Comprenderán la lástima que me dio verme liberada del esfuerzo con la conciencia impoluta.
Y me hallaba yo tan feliz en mi retiro espiritual, cuando en esto que me llega un mail en el que soy informada de que ya hay plazas disponibles en los cursos de crucifixión de elegidos. La conciencia me ataca en forma de recuerdo de madre suplicante. Así que me armo de valor y me digo que ya está bien de sopa boba y que la fama cuesta, como decía la profesora de Leroy, y hala venga, y le doy al link.  

“Las clases de Pilates están completas. Lo situamos en lista de espera”. Aquí ya es cuando decido que me están tomando el pelo y que en realidad ni hay gimnasio ni hay ná, y que lo publicitan pa tirarse el pisto. No obstante, observo que en el mail se ofrece una alternativa  a mi triste destino. “Todavía quedan plazas libres en BBP. Le sugerimos que se apunte a BBP”.

No tengo ni idea de lo que es el BBP. Una compañera me dice que ella estuvo y que es muy aburrido, que la tipa da la clase como si fuera para abuelillas de 80 años, y que se desapuntó al mes. Definitivamente, suena como algo para mí, así que decido tirar la casa por la ventana y apuntarme a BBP, ¡qué narices! Y al jueves siguiente me persono en el mentado gimnasio.

Lo primero que tuve ocasión de observar es que la moda deportiva ha cambiado mucho en estos 16 años, y al parecer, ya nadie lleva mallas y camiseta.  Y, también al parecer, no debí de ser la única que se percató de esta inesperada ruptura del contínuo espacio-temporal, ya que diversos ojos se posaron sobre mi atuendo así como indecisos sobre si lo mío era vintage, o demodé a secas.

Y en fin, ahora ya sé lo que es el BBP. Para los iletrados diré que consiste principalmente en encerrar a 8 tíos en una sala con una música atronadora insoportable y torturarlos poco a poco durante 50 minutos.  Yo era uno de los tíos. Y la tortura ha surtido efecto: durante 5 días seguidos solo he podido caminar en estilo postparto. También tiene sus consecuencias psicológicas: ahora cada vez que oigo “¡¡¡Aiguan tumufit-mufit!!!” me echo al suelo y me lío a hacer abdominales.  


Y en fin, poco más que contarles. He pensado en prender fuego al local. También, en denunciarlos ante La Haya.  Cuando me siento débil de carácter, he pensado simplemente en huir sin dejar dirección ni teléfono a mi marcha, por si acaso.  De momento, les dedico una tremolina. Se van a cagar.